1.
Era la guitarra a la persona como el fresco a la batata u otros menesteres. De esa especie de postre desagradable y con estilo, muy de unos pocos que quedaron por ahí en la nueva Buenos Aires. Así, como la guitarra a la persona, era él. Como la guitarra a la persona y nada más que decir. Una mirada perdida, y la sonrisa sonríe en viceversa. Ahí aparece él, cuando la cara indudablemente se convierte en una cara triste, y todos lo dicen porque todos lo pueden ver.
Yo, en cambio, nunca me miro, nunca me miro al espejo. No sé qué cara tengo. Sólo sé que pienso en él.
2.
Olga tiene un costurero patético, esas latas medio oxidadas, verdes y con ositos gays. Yo creo que no lo eligió, es ése porque le tocó, fue así.
Volviendo al tema, el costurero reside siempre en los mismos lugares: debajo de la mesa de luz o en la cocina, justo al lado de la virgen de algún lugar que no recuerdo.
La cuestión es que dentro del costurero conviven ciertos elementos, esos que todos conocemos tanto, como el abrojito milenario, el que tiene pegado dos pelusas rojas.
3.
jueves, 27 de mayo de 2010
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2 comentarios que comentaron.:
excelente pugliese pugliese, excelente vos, saludos, los hongos también.
no anda la musica!
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