miércoles, 9 de diciembre de 2009

La sangre verde es muy difícil de conseguir. La roja también.


Cuenta una historia antigua que hay un producto irremplazable en el mundo: la sangre.
Esa que todos tienen pero igual, escasea. No se habla de recetas ni de instrucciones de armado, porque no las hay. Hay personas, y una tiene la clave. La sangre se reemplaza por sangre, dice, y esa persona es quien cubre las necesidades de toda Argentina.
Un donante voluntario cada 25 habitantes, por año, es suficiente.

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Se hace tarde una noche y alguien descansa de una gripe. Un amigo está en una situación delicada y necesita sangre de cualquier grupo y factor. Imposible no responder a un pedido simple y seguro. La decisión está tomada.
¿Presentó fiebre en los últimos 7 días? No, responde. No mucha, piensa. Y la sangre donada ya no es tan segura.
Donar sangre en momentos de tensión puede ser riesgoso.

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Suenan llamados de esos que nadie espera recibir. Se necesitan dadores de sangre. La esperanza no se pierde y el pronóstico es favorable. ¡Menos mal que vivimos cerca, que suerte que podemos contar con tantos!, dicen en alivios nerviosos. Pero no es cuestión de suerte que quien vive lejos tenga menos ayuda, ni que el de más acá sufra días eternos.
Responder en momentos de emergencia es llegar tarde.

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1 comentarios que comentaron.:

Unknown dijo...

Ceci! Deli! (Delicioso). Te robas la vida entre las letras, ¿no? :) Y nos regalas la emoción de vuelta en un escrito... Gracias!
- (Ana Féliz)