viernes, 18 de diciembre de 2009

ANTIGUO 'DELIRAMIENTO' [una mezcla de artículos varios y un poco de imaginación]

Es que todos deliramos un poco. En especial cuando tenemos un parlante chiquitito al lado, como yo ahora. Suena Pablito Lescano. ¡Cómo le gusta a este aparato la cumbia villera! Se transforma en un sonajerode ritmos a punto de romperme la cabeza. Y me la parte, nomás.
A veces pienso en enchufarlo a 320 volts, un cable amarillo y uno violeta para hacerlo más divertido, y que estalle en mil pedazos. Sí, que estalle, que se rompa, implote, se derrita, se haga polvo, ¡todo al mismo tiempo! Y que las esquirlas den la vuelta y se le vuelvan a clavar. ¡Vendetta al parlantito! A ver si aprende de una vez que la cumbia no me deja dormir...
Pero no… calma. ¡Ya no se si es el parlante o la idea de los hilachos de colores los que me ponen los pelos de punta! Pero calma… Bien que a esos cables les encantaría la festichola que se armaría con el parlantito, Lescano y el estallido… ¡Calma dije!
Mejor apago la música. Me acomodo despacio. Despacio, silencio. Escucho el silencio. Huelo el aire frío. Miro algún punto perdido en el espacio.
- ¿Qué me mirás, chusma?
Yo no se si me hablan las paredes, o le hablo yo a lo que creo que estoy mirando y me mira. No entiendo nada. Qué bien me vendría un calmante.
- ¿Qué me mirás, chusma?
De vuelta. Esa cosa que me habla no se da cuenta que yo ya no se qué era lo que estaba mirando.
- ¿Y cómo querés que no te mire, ladrillito?- Me acordé de golpe a quién miraba, y le contesté desafiándolo - ¡Sos los anteojos del techo que uso para ver el cielo en vez de este infierno!
- “Soy el negativo absoluto, la encarnación de la nada. Lo que se desea y no se puede obtener, lo que se sueña porque no puede existir…”
Esa frase la conozco. El diablo del cuento de Fernando Pessoa es quien habla. Hago silencio. Esta vez no me callo en busca de calma. Esta vez me quedo sorprendida, anonadada. No sabía que Fernando Pessoa había reencarnado en un ladrillo de vidrio. ¡Y fanático de sí mismo, el muy ególatra! Ególatra y antipático.
- ¡No voy a mirar a nadie más en esta habitación!- les grito a todos, y espero que les quede claro.
Miro lo que no hay, lo que no está, lo que no se puede mirar. Así nadie se queja. Alguien se olvidó de poner un tubo de luz, y en eso me concentro ahora. A ver si me puedo dormir…
Ya está. Ahora no me puedo dormir. Culpo al que se olvidó de poner el tubo de luz. ¡Es el fuego encapsulado que me falta para ver más allá! ¡La cura de todos mis males! Mirar más allá. Mi salvación. Emoción. ¡Mi cable a tierra!
Y en cambio, en el lugar de mi objeto fetiche rectangular de salvación, hay un piolín amarillo que cuelga. Lejos de ser mi cable a tierra, es como el cable a tierra de un payaso cual Piñón Fijo.
La vida es injusta. No se puede vivir así. Y si yo no puedo vivir así, que nadie viva. Usaría esa soguita alegre para ahorcar a Piñón y a su Club de Enanos Amigos...
La bronca me invade otra vez. Maldigo a los payasos, a Pablito Lescano, a Fernando Pessoa, al santísimo Dios, y la madre que los parió a todos.
Y ya basta. No pienso intentar dormir nunca más.
Manoteo la tecla pero no se hace la luz. Empiezo a los gritos. Al artefacto de iluminación no le debe hacer mucha gracia que la tecla no lo tome en cuenta.
- No te preocupes, Cecita.- me dice una voz que conozco- Nosotros sí te tomamos en cuenta. Si no podés dormir te damos un Valium. Es que todos deliramos un poco. En especial cuando estamos acá, en este Hospital Moyano.

*intertextualidades varias de la cultura argentina

1 comentarios que comentaron.:

El Zorrodrilo dijo...

Excelente!!!!!!!!!!!!