jueves, 28 de enero de 2010

Tacos y Vestidos

Los pies ya no están descalzos. El anillo de cuero dócil rodea al tobillo, y se multiplica por dos. El broche plateado ajusta por la tercera entrada, y combina con los aros que cuelgan por debajo de cada lóbulo. No muy apretado, pero lo suficiente sí. Cada taconeo recuerda el vaivén.
El pelo en mechones castaños no cae sobre los hombros ni tampoco se asoma por entre los aros. Está ahí, se ve caer, pero no cae.
Por sobre la espalda, sólo una tira larga de satén nítido que primero abrazó al cuello, y después se dejó ir hasta las curvas que no se pueden ocultar. Toda la espalda está para ser mirada, pero no si ella, de frente, la esconde a sus ojos. La tela negra de la cintura para abajo roza la piel y, ahí sí, la vista no tiene dónde escapar.
Los sonidos de esos tacos dicen, como las bocas que hablan, y las pieles que gritan. Y las sombras, y las luces, juegan con el brillo de un dije que también abraza al cuello y, con cuidado, se acerca al escote. Es ése el momento que mejor combina con la mirada de él. Sus pies ya están descalzos.

1 comentarios que comentaron.:

Anónimo dijo...

Es ése el momento que mejor combina con la mirada de él....!