lunes, 12 de julio de 2010

Artezánganos

Fue el artezángano a fecundar a su abeja reina. Los primeros seis días, con la decisión tomada, revolvió el suelo de su pueblo buscando material. Los siguientes cuatro, concentró sus manos y su mente al ritmo de un zumbido furioso. Dos más pasó descansando, preparando, apuntando. Vagó por la zona y observó a quienes andaban.
Llegado el doceavo, la encontró y, ni pensarlo, logró encantarla. Los momentos posteriores no se cuentan, por privacidad de la colmena, pero bien podemos decir que a esta reina calor no le faltó, y que el néctar se hizo miel, porque las ganas lo impusieron.
Ahora sí pasó el tiempo, y hoy dos comparten té endulzado detrás de sus puestos feriantes. Ella trabaja el vidrio, y él algunos embutidos. Piensan en las abejas, que se acercan atraídas, y en que la vida es eso mismo: artesanía sin piedad.

6 comentarios que comentaron.:

Edgar Marroquín dijo...

demasiado excelso

edgar m

Unknown dijo...

Un polvazo abejil, buena y breve disertación acerca de sutiles encuentros sexuales entre bichos amarillos.

SAludos,


VD

Anónimo dijo...

Enhorabuena por el blog. Es original y con un estilo muy propio. Deja huella.
Un saludo

Puente de Saturno dijo...

Dos personas necesitan atestiguarse uno al otro, para que nada ocurra en vano.

Anónimo dijo...

muy bueno!

luis hernán castaeñeda

Anónimo dijo...

La fundación de una colmena para dos siempre es maravillosa. Yo estoy en ello.